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Partiendo del logotipo original como punto de anclaje, se replanteó la identidad visual de la empresa para reflejar una evolución sin perder su esencia. Se renovaron elementos clave como la tipografía, la paleta cromática, la iconografía, los sistemas de comunicación interna y los formatos digitales. El color naranja, símbolo de energía y cercanía, se conservó como referencia a su etapa más reciente. En paralelo, se recuperó el azul original de su fundación, integrándolo para aportar solidez, tecnología y continuidad. La combinación crea un contraste visual intencional: vibrante pero equilibrado, moderno pero con historia. El resultado es una identidad flexible, reconocible y alineada con los valores de la empresa, pensada para adaptarse tanto a entornos digitales como físicos, sin perder impacto ni coherencia.